La boda de Hugo y María Angélica fue, sin exagerar, mágica. De esas que se sienten desde mucho antes de que sucedan. Recuerdo perfectamente cuando me escribieron, casi un año antes, para contarme que se casarían y que querían que fuera yo quien documentara ese día. Desde el primer mensaje se notaba la emoción, el cariño y la importancia que le daban a los recuerdos. Con ese tiempo por delante, pudimos planear con calma una sesión de preboda hermosa… aunque, como suele pasar con las cosas más genuinas, lo más bonito fue que nada salió como lo planeado: las fotos terminaron siendo un retrato espontáneo de dos personas que se aman sin reservas, sin poses, sin miedo. Solo ellos dos, siendo reales.





El día de la boda comenzó temprano y con esa mezcla de nervios y alegría que se siente en el aire. Estuvimos con María Angélica desde el momento en que empezaban a maquillarla, y ya en ese instante se notaba que todo iba a ser especial. Luego fuimos al encuentro de Hugo, que venía llegando de la barbería al mediodía. Aprovechamos de relajarnos un poco, comernos unas pizzas y brindar con un trago (solo uno, lo prometo), antes de que el ritmo del día nos absorbiera por completo.
Llegamos al lugar de la recepción cuando la luz todavía era amable y nos permitió capturar todos esos detalles que tanto habían preparado: las flores, la decoración, los platos… cada rincón hablaba de ellos, de sus gustos, de su historia. No eran solo objetos o adornos: eran señales de amor, de dedicación, de cuidado.






La ceremonia empezó justo al anochecer. Fue un momento profundamente emotivo. Muchos de sus seres queridos viajaron desde lejos para acompañarlos, otros no pudieron estar físicamente, pero gracias a la transmisión en vivo nadie se perdió ni un solo instante. Las lágrimas, las risas, las miradas cómplices… todo estaba ahí, vibrando.



Y como si la emoción no fuera suficiente, vino la fiesta. Qué fiesta. Energía, alegría, abrazos apretados, pasos de baile que nadie va a olvidar y una sensación de plenitud que envolvía todo el lugar. No fue solo una celebración, fue una declaración de amor al presente, a la vida, a la familia.
Al final del día, nos quedamos con la sensación de haber sido parte de algo irrepetible. Y lo más lindo de todo es que ellos quedaron felices. Que al ver sus fotos, sus videos, sus recuerdos, reviven ese día con la misma intensidad. Porque una boda no es solo un evento: es una historia. Y la de Hugo y María Angélica fue una que se queda en el corazón.




Todas las bodas son distintas, pero todas tienen algo en común, son especiales. ¡Queremos contar tu historia!